Como ingeniero mecánico, Marco Johnston empezó su carrera profesional trabajando en el área de operaciones de una multinacional. Su trabajo incluía viajar por la región centroamericana y un día, en el aeropuerto de Tegucigalpa, terminó de leer un libro que lo marcó: Padre rico, padre pobre.

El libro como tal no fue más que el último empujón que necesitaba para inscribirse en un programa de maestría. Como ingeniero mecánico, sabía que el área de negocios y la financiera no eran parte importante en su formación académica o profesional. Por lo que, sin pensarlo mucho y aprovechando el momentum, como dice él, tomó la decisión de empezar la MFIN en la Escuela de Negocios.

Escogió la MFIN porque el enfoque financiero era lo que más le llamaba la atención. Además, conforme iba tomando las clases, se iba dando cuenta de que su formación en ingeniería ya le había proporcionado un fundamento sólido para encararse con los números. Y aunque asegura que su decisión de tomar la MFIN fue personal y no profesional, afirma que ambas aristas «van a estar siempre entrelazadas».

Desde que comenzó el programa, a Marco lo motivó la pasión de cada catedrático. Las clases me brindaron las herramientas y el networking para «despegar en mi carrera», dice él mismo. A nivel personal, Marco aprendió que podía tener inversiones propias e incluso negocios propios. A nivel profesional, pasó de trabajar en operaciones a planeación financiera y estrategia regional. La MFIN lo ayudó a seguir solucionando problemas, pero con otra perspectiva: una más integral.

En la maestría también conoció a gente de diferentes industrias, formaciones y profesiones que enriquecieron su aprendizaje.

«Es muy satisfactorio poder aprender de gente que domina los temas que expone».

A los ingenieros Marco les recomienda que, terminada su licenciatura, piensen en el net present value o el valor actual neto personal. En la licenciatura el estudiante aprende técnicas y empieza a desarrollar un criterio. En la maestría es en donde se le abren las puertas a la solución de problemas, con perspectivas distintas.

«En ingeniería me dijeron que la clase más difícil siempre es la que menos te gusta. En la MFIN no me encontré con ese dilema».